Es el patrón de Salamanca desde 1868 y su festividad se conmemora el 12 de junio. Es el patrón tanto de la villa de Sahagún como de Salamanca.
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Cartel de las fiestas en honor
al Santo Patrón (2011) |
El 24 de junio de 1430 en Sahagún, un pueblo de León, nació Juan González Martínez. Hijo de Juan González del Castillo y Sancha Martínez que al no concebir descendencia iniciaron una campaña de ayudas a los pobres, oraciones, novenas, ayunos, modestas aportaciones a iglesias, obras de caridad, y ofrecimientos y todo cuanto pudieron para tener un hijo. Nació Juan que encaminó desde muy pronto su vida al sacerdocio y no a las armas como su padre deseaba.
Se educó con los Benedictinos en su pueblo, era buen estudiante, dócil y de buen carácter aunque no exento de gran temperamento, llamó la atención por su férrea voluntad y personalidad causando admiración al obispo de Burgos D. Alonso de Cartagena, que le apadrinó en los primeros estudios teologales, dándole el cargo de Secretario Canónigo de la Catedral.
Pero Juan, no quería cargos y rogó al Obispo le nombrara sacerdote de la parroquia más pobre de la ciudad de Burgos siendo enviado a la parroquia de Santa Águeda en el arrabal no pudiendo el obispo contradecirle por ser sus explicaciones tan razonadas y por su carisma. Ejerció unos años ayudando a todos los feligreses, a los pobres, tullidos y necesitados siendo querido y respetado, hasta que decidió marchar a Salamanca.
Llegado allí se matriculó en Teología en la Universidad, cursando estudios durante cuatro años, compartiendo estos estudios con las tareas en las cocinas fregando y lavando platos en el Colegio de los Agustinos, acabó sus estudios y siendo ya Doctor seguía desarrollando esta labor que lejos de avergonzarle le ensalzaba y otros sacerdotes y novicios le imitaban. En una ocasión le pusieron a servir vino en una comida de novicios y dándole una vasija, que aún se conserva, San Juan sirvió a muchos comensales sin que se agotara el vino, dándose cuenta los presentes quedaron maravillados y, aún, sobró vino.
Todo el trabajo lo hacía con humildad, penitencia y paciencia expresando su rostro una alegría. Trascurría su vida orando y dando sermones siendo un magnifico predicador y escribiendo algunas obras y disertaciones hasta que un día al acostarse sintió leves molestias y al poco empezó a sentirse enfermo. Los doctores que le asistieron declararon que tenía una dolencia desconocida que no acertaban a diagnosticar Esta dolencia le apartó de sus quehaceres y de las calles que tanto gustaba dejándole postrado en cama.
San Juan rezó y rezó prometiendo a Dios si sanaba redoblaría sus esfuerzos en la fe y consagraría su vida como religioso, lo cuenta él mismo: "lo que pasó aquella noche entre Dios y mi alma Él sólo lo sabe y luego, a la mañana, fuíme a San Agustín, alumbrado por el Espíritu Santo y recibí este hábito". Era el 18 de junio de 1463 fecha que adopta el nombre de Fray Juan de Sahagún. Al poco tiempo empezó a mejorar con gran sorpresa de sus doctores que no conocían cura salvo arriesgada operación. Recuperó plenamente la salud y entró a formar parte activa en la Comunidad de Religiosos Agustinos.
Ya en el convento de los Reverendos Padres Agustinos en Salamanca, llegó con fama de Santo donde el reconocimiento de la comunidad se hizo patente. Juan de Sahagún era muy elocuente y sus sermones y homilías causaban honda impresión en los feligreses y novicios. En cierta ocasión fue invitado a una ponencia en el Colegio de San Sebastián y dando un discurso a los colegiales del Colegio Mayor de San Bartolomé, habló de Dios y de pasajes de la Biblia de tal manera que asombró a los presentes. Su disertación fue tan clara, precisa y con un fundamento aplastante demostrando tan amplios conocimientos, que le rogaron que admitiese la beca de Capellán en el mismo Colegio. Todo el mundo quería conocerle y oírle hablar.
Por aquella época había en Salamanca dos bandos el de San Benito y el de Santo Tomé, rivales que se despedazaban verbal y públicamente. Estas disputas traían muertes, venganzas y rencores.
San Juan de Sahagún habló con ellos, en la hoy llamada
Casa de la Concordia. Les expuso la forma de vivir, la poca importancia de los bienes terrenales, la importancia del alma y del amor, a lo que ambos discrepantes se acongojaron viendo su mirada limpia y serena y arrepentidas aquellas familias entre los que contaban los Maldonados, Gil, González, Anayas, Acebedos, Nietos, Arias, Lozano, y otras relevantes firmaron un documento público, que avalaba la paz entre todos dando fin a las disputas de los bandos. En el arco de esta casa se conserva la siguiente inscripción: «Ira odium generat concordia nutrit amoren» «La ira engendra odio, la concordia nutre el amor»
Juan de Sahagún acrecentaba su fama, estudiaba la Biblia y trasmitía sus conclusiones, rezaba horas y horas y daba sermones en cualquier parte, la gente se embobaba embelesada y aquellos que no llevaban una vida ordenada y no tenían un comportamiento adecuado cambiaban de actitud al escucharle. En realidad, era un hombre carismático, amable, visitaba enfermos, unía las familias desarraigadas, asistía a los moribundos y ayudaba a los pobres.
En la confesión adquirió fama de severidad, no entendía la hipocresía de aquellas personas que se confesaban para que las vieran y luego pecaban, San Juan le daba charlas y reprimendas, pero con su cariñosa actitud la gente quedaba prendada y salían con el propósito de enmendar sus vidas y reformar sus vicios, tal era que los hombres abandonaban sus amantes y volvían a sus casas con sus mujeres.
Sus homilías eran muy largas y gustaba de recrearse pues veía a Dios en sus Eucaristías, aun así la gente se agolpaba para escucharle.
Sus milagros se extendían, no tenia preferencias, huérfanos, enfermos, los más pobres y ancianos, eran tan importantes como ricos y caciques, amaba a todos por igual y ayudaba a los desvalidos, desprotegidos y débiles, recogía limosnas y buscaba albergues o asilos a las lozanas y adolescentes muchachas desprotegidas y en peligro, a las que alojaba con familias honradas, para que las protegieran y educaran en la fe.
Cuentan que realizó más de doscientos milagros, entre ellos los más celebres son:
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Placa Conmemorativa |
Por el año 1475 en la calle del Pozo Amarillo, céntrica calle de Salamanca, un niño se cayó a un pozo muy profundo que allí existía. Pasó San Juan de Sahagún y asomándose al brocal alargó el cordón del su sotana para que el niño lo cogiera. Al no llegar a alcanzarlo San Juan hizo subir el nivel de agua hasta que el crío, llorando logró llegar a la boca del pozo y salir mojado y asustado con gran alegría de su madre. Las gentes aplaudían y el Santo se escabulló entrando en el mercado y poniéndose un cesto a la cabeza para despistarlos pero fue rodeado por los niños que le seguían y éste sonriendo estuvo haciéndoles saltos y burlas, lo que les causó gran alegría convirtiendo el día en fiesta y bailes. Existe una placa actualmente conmemorándolo.
En otra ocasión caminando por una calle de Salamanca, San Juan de Sahagún fue alertado por los gritos de la muchedumbre. El algarabío era causado porque un toro bravo correteaba por las calles tras haber escapado de su chiquero. El animal embestía a todo aquel que por allí pasaba San Juan de Sahagún se plantó ante él y le dijo “Tente Necio”, a lo que el toro se quedó manso y no opuso resistencia a su retorno al corral como si de un perrillo se tratara. Llevando el nombre esta calle de Salamanca de Tentenecio.
La distribución de la pobreza y la riqueza le preocupaba mucho, los maestros albañiles pagaban mal y tarde a los obreros y los terratenientes tenían brazos a cambio de jergón y migajas de pan. Esta preocupación y las palabras de San Juan para corregir este problema hizo que en los pueblos latifundistas no le dejaran entrar y cuentan que un terrateniente envió dos mocetones para que pegaran una buena paliza a nuestro Santo. Éstos, envalentonados por tan fácil trabajo de pegar a un cura, le emboscaron a lo que Juan les miró sonriente, en su mirada había un calor y tanto afecto que se sintieron aterrados y fueron incapaces de controlar sus temblores, preguntándoles San Juan por sus temores, confesaron que le iban a golpear y no pudieron ni mover un dedo asistidos de un una gran congoja. San Juan los consoló y les ordenó que se marcharan y enmendaran. Al volver junto a su amo, éste se sintió indispuesto y moribundo mandando llamar al santo para que le perdonara, llegado éste de vuelta el enfermo sanó.
Con sus rezos rogó al Señor que librara a la ciudad de Salamanca de la peste negra o tifus mientras él viviera, la cual ni apareció por la ciudad en ese tiempo.
Y sucedió que un noble llamado Iñigo tenía una amante llamada Isabel que al escuchar los sermones de San Juan de Sahagún en la en la iglesia de San Blas, decidió apartarse totalmente de aquella, mala y diabólica mujer la cual despechada exclamó: "ya verá el tal predicador, yo haré que no termine con vida este año" y sustituyó al médico que trataba al santo de alguna dolencia por un asesino al que mandó echar un veneno en un alimento que el santo iba a tomar.
Las sequías imperaban, el incipiente verano era asfixiante y llevaba mucho tiempo sin llover, las cosechas se perdían, San Juan viéndose en brazos de la muerte, dijo que apenas llegara al cielo pediría al Santo Padre agua para su querida Salamanca, nada mas morir empezó una época de abundantes lluvias que arreglaron las cosechas.
A su llorada muerte, acontecida el 11 de junio de 1479 dejaba la ciudad de Salamanca completamente transformada y la vida espiritual de sus oyentes renovadas de manera admirable. San Juan dejó dicho: Sepan que si Dios no da herederos, que es, porque el Señor quiere que lo sean los pobres.
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Medallón del Santo en el Pabellón
de Petrineros de la Plaza Mayor |
Su humanidad será irrepetible, venerado por Salamanca, sus Artes y su Universidad, muestran Orgullosas su Patronazgo y le rinden un perpetuo Homenaje. Muchas personas y vecinos de toda España han seguido los consejos de San Juan y han dejado sus bienes a los pobres.
Fue beatificado por el papa Clemente VIII en 1601 y canonizado por el papa Alejandro VIII en 1691.